Los
cambios que surgen en las sociedades como resultado de la invención tecnológica
traen consigo la necesidad de formar ciudadanos y ciudadanas capaces de
resolver problemas, comprender todas aquellas transformaciones e insertarse en
tareas ajustadas a sus competencias intelectuales, destrezas y habilidades que
le permitan obtener como resultado un aprendizaje significativo en todos los niveles
educativos.
En razón de esta consideración, el docente
como gerente del proceso educativo, representa un pilar fundamental para
alcanzar dicha acción, en particular, las
universidades que tienen como misión y visión formar a la población en
diferentes áreas de trabajo. En consecuencia, para alcanzar sus objetivos deben
buscar métodos, técnicas, estrategias, recursos y enfoques curriculares ajustados
a la demanda socio-cultural del tiempo histórico prevaleciente.
Dentro
de este orden de ideas, se puede decir que las universidades venezolanas no
escapan a tal situación, por ello, el Estado implementa nuevos criterios,
programas o políticas educativas enmarcadas en formar profesionales en la
carrera docente, los cuales responden a una visión holística a fin de
convertirlos en individuos reflexivos, críticos,
capaces de actuar en su entorno inmediato para intervenir efectivamente.
.
Por tanto,
formar profesionales en el marco de las
ciencias sociales, conduce a mirar las actividades dentro del contexto
socio-geográfico donde se encuentra la
práctica educativa; solo mediante este acto logrará brindarles a los
estudiantes oportunidades de compartir experiencias, reconocer los cambios
registrados en su comunidad, tomar esos elementos y transformarlos en
argumentos básicos para construir un nuevo conocimiento centrado en la
valoración crítica de los hechos acontecidos.
En
relación a este planteamiento, Fajardo (2009:25), indica que la formación de
docentes en las ciencias sociales “implica tener como docente a un sujeto
comprometido profundamente con los problemas nacionales, regionales, locales,
valores morales, cívicos y proporcione conocimiento, habilidades y actitudes de
participación responsable en la transformación venezolana”. Esta
conceptualización lleva a destacar que todo docente durante la enseñanza de las
ciencias sociales, particularmente en la geografía e historia, debe actuar
tomando en cuenta los procesos históricos-geográficos que determinan cambios
importantes en la vida social del país.
Al
tomar en consideración estas ideas, la enseñanza de la geografía e historia en
las universidades, debe ser impartida por la presencia de un docente motivador,
capacitado en el manejo de los hechos históricos; pues, requiere traspolar
hacia los estudiantes dichos procesos para su debida interpretación o
valoración crítica del mismo. Es así como, Peña (2010:8), plantea que el
docente universitario para enseñar ciencias sociales debe “ser un sujeto que
comprenda la realidad histórica cultural, social, económica y espacial, sin crear posiciones aventajadas
en sus críticas”.
En
consecuencia, el docente en la enseñanza de la geografía e historia debe asumir
comportamientos donde sus ideas o pensamientos prevalezcan en la dinámica
educativa, pues, su acción es formar bajo un concepto dirigido a fortalecer en
sus estudiantes competencias críticas, reflexivas, ayudarlos a tomar decisiones
para lograr construir el saber desde sus propias habilidades y destrezas.
Según
Tovar (citado por, Parra 2011:56), comenta para lograr eficiencia en la
enseñanza de la geografía e historia “el docente debe tomar en cuenta el
enfoque geohistóricos para llevar al
estudiante a comprender el espacio como un producto concreto o síntesis de la
acción grupal sobre el medio ambiente”. Es decir, toda práctica educativa
enmarcada en formar profesionales para tener un desempeño efectivo en el
sistema educativo, requiere de un proceso de enseñanza que mire al enfoque geohistóricos
con un medio que hace posible comprender los cambios registrados por la
actuación del hombre en su entorno inmediato.
Este
mismo autor, resalta que al planificar la enseñanza de la geografía e historia
bajo el marco del enfoque citado, permite que cada asignatura se conforme en un
compendio interdisciplinario; pues, el docente facilita en sus estudiantes
asumir el aprendizaje desde la perspectiva diacrónica-sistémica; en otras
palabras, se mantiene vinculado con la realidad local, necesidades e intereses
de los grupos sociales.
Por
ello, al combinar este enfoque geohistóricos con las estrategias de enseñanza,
el docente tiene la oportunidad de brindar acontecimientos reales, manejar los
intereses de los estudiantes y ajustar los contenidos curriculares en función a
la necesidad socio-cultural del país, para así, llegar a combinar diversas acciones que permiten la
interconexión con la comunidad. Tal como lo indica, Meyer (2006:23), “una
estrategia de enseñanza representa los procedimientos o recursos utilizados por
el agente de enseñanza para promover aprendizajes significativos”.
En
consecuencia al incorporar estrategias significativas el docente universitario,
tiene la oportunidad de explorar los conocimientos previos que poseen los
estudiantes y en función de ello llevarlos a tener contacto con nuevas
informaciones que serán debidamente organizadas para convertirlas en
aprendizajes efectivos, los cuales perduran en el tiempo para convertirse en
significativos. Tal como lo expresa, Ausubel (1963:89), indica aprender a
aprender “implica la capacidad de reflexionar en la forma en que se aprende y
actuar en consecuencia auto-regulando el propio proceso de aprendizaje mediante
el uso de estrategias flexibles y apropiadas que se transfieren y adaptan a
nuevas situaciones”.
En
el marco de estas ideas, se precisa que al incorporar las estrategias
significativas, el docente durante la enseñanza de la geografía e historia ofrece
a sus estudiantes la búsqueda de informaciones previas, combinarlas con los
datos obtenidos en el aula, para luego transferirlas y construir con ellas
nuevas situaciones de aprendizaje. En este sentido, Buendía (2010:39), indica las
estrategias significativas “son herramientas innovadoras encargadas de
promocionar en las aulas para afianzar procesos meta-cognitivos que motivan al
estudiante a llegar construir ideas como resultado de sus estructuras
cognitivas”.
Según
las apreciaciones anteriores, se puede indicar que mediante la planificación
con estrategias significativas, el docente en la enseñanza de la geografía e
historia tiene la oportunidad de convertir el aula en un espacio interactivo,
donde se producen intercambios de ideas, aportes de nuevas situaciones,
análisis críticos de las realidades que vive cada espacio a nivel nacional,
regional y local. En otras palabras, se hace posible transformar la educación
hacia un concepto innovador.
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