domingo

Liderazgo Transformacional

La colaboración como forma de cultura.

La actividad educativa supone una variedad de tareas componentes de tal modo que los docentes que son expertos en una actividad en específico y que son capaces de ofrecer una ayuda a sus iguales pueden necesitar apoyo en otras. Pero también puede ocurrir que al abordar una tarea difícil como grupo  donde ningún miembro tenga experiencia sobre la misma, pueda el grupo trabajando conjuntamente en el problema, construir una solución que ninguno de sus integrantes podría haber desarrollado por su cuenta.
De lo anterior se desprende que el aprendizaje es el resultado de una variedad de procesos internos que solo se pueden activar cuando las personas están interrelacionando con otras de su entorno y en formas de colaboración con sus iguales.
Según Heargreaves (1999), “la colaboración como forma de cultura se expresa y surge de un proceso de consenso cuya construcción facilita una gestión educativa benevolente y diestra”. (p.216)
La colaboración se caracteriza por el hecho de que surge por iniciativa de los grupos docentes, en forma voluntaria, la cual puede estar apoyada por la administración. Se valoriza en la idea del trabajo en conjunto como medio para lograr resultados productivos.
Es de  considerar que dentro de una institución integrada por grupos heterogéneos con constructos personales diferentes, con habilidades, intereses y trasfondos variados, la cultura de colaboración tiene bastante sentido como estrategia que permite que los docentes trabajen y aprendan en entornos donde sus puntos fuertes individuales son reconocidos y el aprendizaje organizativo se desarrolle en base a las experiencias grupales y propias.
Cabe considerar, que la cultura organizacional se nutre mediante las formas de colaboración en actividades realizadas en grupo y con otros compañeros para potenciar el aprendizaje organizacional, el perfeccionamiento de la escuela y el desarrollo del profesorado. Es así como, el proceso de colaboración proporciona resultados positivos de aprendizajes dentro de los miembros de la institución como comunidad y demuestra el valor que cada rol puede tener en las actividades de un plantel educativo, igualmente contribuye a la elevación de la moral y la satisfacción del profesor.
Al respecto Heargreaves (1999) expresa que “en esta forma de cultura, los educadores actúan juntos sobre todo para desarrollar sus propias iniciativas apoyadas o impuestas desde fuera con las que se comprometen”. (p. 218)
Es importante destacar que la espontaneidad de las formas de colaboración no es absoluta y que no están ajenas a las intervenciones administrativas, quien puede fungir como facilitadora de la cultura de colaboración  o como ente coactivo de la misma. El desarrollo y mantenimiento  de la colaboración como forma de cultura se logra mantener gracias al interés de la comunidad docente.
Sin embargo, no es tarea fácil conseguir las decisiones en grupo de manera espontánea y rápida, se requiere de un proceso de concretización y de cambios de paradigmas establecidos. El inconveniente surge cuando los profesores entienden que las ideas y sugerencias vienen prestablecidas. Para evitar lo anterior, es necesario que:
o   Los profesores compartan las metas del centro.
o   Colaboren unos con otros.
o   Exista un espíritu de aprendizaje continuo y de crecimiento entre el personal.
o   Tengan un sentido de certeza acerca de los conocimientos técnicos e instruccionales de la práctica docente.
o   Los profesores posean compromiso, sentido de pertenencia  y optimismo.
Lo antes expuesto, solo se logra si la  parte directiva logra entender y ver el proceso global que ocurre en un sistema tan complejo como lo es el centro educativo. Esto a su vez,  va a determinar el tipo de liderazgo que prevalecerá en la institución.
Licda.Iraima Montes