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LA PRINCESA QUE CREÍA EN LOS CUENTOS DE HADAS
Criada por un rey y una reina estrictos e inflexibles, la
delicada Victoria creció soñando que algún día sería rescatada por un príncipe
encantador tal y como ocurre en los cuentos de hadas.
Pero cuando es rescatada las cosas no suceden como tenía
previsto y el príncipe deja de ser encantador…
Para la princesa su gloria tenía un sabor agridulce pues su
preocupación era el príncipe y su principal objetivo encontrar la forma de
ayudarle. Sin embargo, no hacer nada era algo que todavía no había intentado.
No hacer nada y no decir nada, no dar explicaciones, no defenderse, no poner
las cosas en orden, no amenazar, no preocuparse, no pasarse noches en vela
pensando, planeando y calculando. Al no hacer nada… en realidad estaba
haciendo algo al alejarse del lado del príncipe. La única persona que
podía hacer magia en el príncipe… era el príncipe mismo… y la felicidad de
la princesa no debía depender de si podía o no cambiar el príncipe… sino de su
propia elección de ser feliz.
La princesa aprendió que las palabras pueden hacer tanto daño
como los puños y que debía mantenerse alejada de las discusiones acaloradas y
de los silencios cortantes. Se imaginaba que tenía la boca tapada con un
esparadrapo cada vez que debía recordar no intervenir. Y se repetía
continuamente “para que cambien las cosas, debo cambiar yo primero“. Y
practicaba al máximo su habilidad para sonreír ante los demás aunque no tuviera
ganas, repitiéndose a sí misma “La felicidad es una elección. Una vez que
se ha hecho la elección, debo practicar la felicidad lo mejor que sepa, aunque
tenga que fingir hasta que lo consiga”. Las acciones originan
pensamientos, y éstos a su vez, condicionan nuestros sentimientos.
Dado que si uno sigue haciendo lo que siempre ha hecho
no consigue más de lo que ha conseguido hasta entonces, la princesa, siguiendo
el consejo de un sabio búho, decidió emprender un emocionante viaje por el
Camino de la Verdad.
Allí aprendió que es mejor ceder que rendirse. Uno se
rinde ante la desesperación y cede a la aceptación de las cosas que no se
pueden cambiar. Uno siempre elige, pero cambiar a los demás no es una
elección. Se puede elegir no reaccionar ante lo que otro dice o hace, aceptando
que, con toda seguridad, va a seguir diciendo y haciendo lo mismo.
La princesa entendió que seguiría sintiéndose agotada,
nerviosa y enfadada hasta que decidiera si quería quedarse o marcharse y
consiguiera estar en paz con la elección que hubiera tomado. El amor debe hacer
a uno sentirse bien, si no, no es amor. Si se siente dolor muchas más veces que
felicidad, no es amor. Es algo más que te obliga a estar encerrada en tu propia
cárcel, incapaz de ver que la puerta hacia la libertad está delante de ti
abierta de par en par. Uno no ve lo que no está dispuesto a ver. Y
nunca se puede aprender la verdad en boca de los demás. Cada uno debe
descubrirla por sí mismo.
La princesa sentía que cada paso por el Camino de la Verdad
la alejaba más de su amado príncipe y de todo lo que había conocido, pero
el búho insistía en que aunque le resultara difícil creerlo entonces,podía
volver a tener ilusión por muchas cosas…. pues cuanto más se sufre, más
oportunidades se poseen para tener una vida maravillosa.
Algunas personas tienen que llegar a tocar fondo para que
quieran aprender a salvarse. La habilidad para hacer lo que es mejor
aunque no coincida con lo que uno quiere, es un signo de madurez. La vida no
viene con certificado de garantía. Se puede aprovechar una oportunidad o
dejarla pasar. La única seguridad que existe es la de saber que uno puede
cuidarse de sí mismo. El humor hace que el aprendizaje sea más fácil. El
desconfiar de nuestra capacidad nos impide avanzar. Mantener la mente
tranquila en medio de la turbulencia es una lección difícil de aprender y
muy importante. Hay que concentrarse en lo que uno puede hacer en vez de
prestar atención a lo que uno no puede conseguir… El miedo y la duda nos
impiden ver la realidad.
La princesa aprendió que debía saber escuchar a su corazón,
respirar a fondo varias veces mandando mensajes positivos a su mente y a su
cuerpo para que se relajaran . Si se confía en la idea de otra persona para
elegir nuestro camino, así es en realidad, como nos llegamos a perder. Se dio
cuenta de que la mayor parte de su vida había estado pidiendo a los demás su
opinión y de que se había sentido nerviosa a la hora de tomar una decisión por
miedo a cometer un error.
Uno se convierte en víctima de víctimas cuando la necesidad
de ser amado eclipsa la necesidad de ser respetado. Cuando uno deja que los
juicios de los demás sean más importante que los suyos, está despreciando su
propio poder.
La princesa descubrió que cada día es una nueva oportunidad
para ser como uno quiere ser y para que la vida de uno sea como uno quiere que
sea. Que en cada relación y en cada experiencia se nos ofrece el regalo de
conocernos mejor y aprender. Que el dolor es mejor maestro que el placer ya que
de las experiencias dolorosas emana la sabiduría que hace la vida más completa,
más rica… y más fácil. El sufrimiento puede ensanchar el corazón y dejar más
sitio para el amor y la alegría.
La princesa aprendió a apreciar su sensibilidad, ya que
es lo que abre la puerta a los placeres del universo. A aceptar sus miedos,
pues son los que la retaron para desarrollar la fuerza y el coraje.
Y se convenció de que la verdadera felicidad surge del
interior de cada uno de nosotros cuando conocemos la verdad de las
cosas. Entendió que el amor verdadero significa libertad y
crecimiento antes que posesión y limitaciones; que es sinónimo
de paz no de confusión, también
de seguridad en vez de miedo, que significa entendimiento,
lealtad, estímulo, compromiso, conexión y respeto. El amor verdadero significa
aceptar los desacuerdos como amigos y compañeros de equipo y no como
adversarios o rivales, pues el auténtico amor no consiste en luchar o en ganar,
y tampoco significa degradación, crueldad, ataque o violencia. Hace de tu hogar
tu palacio, no tu prisión.
La princesa se preguntó por qué durante tanto tiempo había
estado deseando un príncipe y por qué, de hecho, muchas veces había
sentido que no era nada si no tenía uno a su lado. Tras recorrer el Camino de
la Verdad se dio cuenta de que
antes necesitó amar para sentirse bien, y que ahora, podía elegir amar porque se
sentía bien. Y llegó a la conclusión de que en los cuentos de hadas de la
vida real se puede ser feliz… con o sin príncipe.
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